El Arte de Presentar
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La actitud del buen comunicador transmite su deseo de conectar con la audiencia. La probabilidad de mover al público a la acción aumenta cuando se siente una conexión apasionada con el tema de la presentación. Si sientes que lo que cuentas no aporta valor, por mucha pasión que muestres, dejarán de escucharte. La motivación debe de plasmarse en la voz, la postura, en las expresiones faciales, en la chispa de los ojos y sobre todo, en el entusiasmo.
“Pensar de modo diferente requiere hablar de modo diferente.”
El comunicador tiene que resultar más interesante que lo que dice, debe tener una personalidad atractiva. Lograr transmitir aumentando continuamente el número y la novedad de sus vivencias, de manera que cuando el público le escuche, sienta que tiene mucho más que contar. Todo esto acompañando el discurso con una postura que irradie poder, atractivo y magnetismo.
El excelente comunicador cuida su forma de comunicar en todos los detalles. La estética importa. Lo bonito gusta más que lo feo. De hecho, lo feo y ordinario pueden llegar a causar rechazo. Cuidan su aspecto y sus maneras. El lenguaje nunca debe de ser neutro y la escritura no puede ser negativa. No olvidemos que las palabras son capaces de excitar las pasiones más sublimes o de agitar los instintos más bajos.
“Siempre hay alguna forma distinta de comunicar lo que se piensa.”
Para convencer al público se necesita algo más que la lógica, datos y hechos; se necesita la emoción. Los elementos visuales estéticamente agradables generan emociones positivas, que a su vez afectan a cómo piensan. Las fotografías son capaces de conmovernos de una forma que las meras palabras no pueden.
Las investigaciones apuntan a que cuando vemos algo que nos resulta visualmente placentero, más nos gusta la idea que representa. A la hora de apoyar las palabras con una presentación de diapositivas, se debe de tener en cuenta el principio de fluencia cognitiva. Este principio puede sintetizarse en dos sencillas ecuaciones: Fácil = Verdad, Difícil = Mentira. Cuanto menor sea el esfuerzo mental requerido para procesar una transparencia, más positivo será el sentimiento hacia ella y más de acuerdo se estará con su contenido.
Las manos contribuyen a darle vida al discurso y a que el mensaje llegue con mayor energía a la audiencia. Los gestos ayudan a entender mejor lo que dices. Se deben de realizar en su justa medida, con deliberación y lentitud. Cuanto más concreto sea el contenido de tu charla, más fácil resultará dibujarlo con las manos. Comprobarás cómo cuando te metes en tu historia y te olvidas de tu lenguaje corporal, entonces tu propio cuerpo se ocupa de acompañar el discurso en una sencilla danza.
¡Sal de tu presentación y entra en tus historias!
Por último, la conclusión de una presentación constituye su momento culminante, es el gran recordatorio. Determina la impresión final y el impacto de tu presentación tendrá sobre la audiencia. Siempre debería ser firme y decisiva. Debería de reducirse a una única frase concisa, que incluya la idea de la presentación. No hay que olvidar, que las dos frases más importantes en una presentación son aquella con la que la inicias y la que terminas.
"La inteligencia interpersonal no solo es hablar y hacer gestos. Hay personas que manejan la comunicación como un verdadero arte; personas con mucho carisma que saben transmitir ideas, proyectos, sueños y retos."